Estirando el centímetro, alcanzo a medir 1,60 m. En eso no salí a mi madre, quien jamás usó tacos, y al mínimo batido de los peinados de una vez resultaba más alta que mi padre.
Desde que perdí peso me visto del tamaño de los niños, claro que la ropa alegre e infantil que antes me sentaba simpática, ahora que estoy unos años más crecida podría crear ciertas sospechas sobre la incipiente pérdida de mis facultades mentales. Sí, seré una vieja con ropa de niña, con la salvedad de mis pies, pues si continúa esta pugna de mis juanetes por sobresalir cada día un poco más, el calzado tendrá que adaptarse a esta condición degradante y, en consecuencia, también a la edad.
Como pequeña, me gusta todo lo pequeño, y sufro de cierta compulsión por comprarlo. Claro que hay otras cosas, incontables, algunas básicas, que deberían ser siempre grandes, como las casas, las ambiciones, las cuentas de banco, las valijas, las cocinas, las ventanas… No muy fáciles de obtener, me compenso en su lugar pagando menos por aquello que suele caber en mi puño, o en los dos. Le explico: individuales de mesa, un plato de postre, un cuarto de higos turcos, una barra de chocolate, un libro, un ramo de fresias, un frasco de miel de limón, una crema de manos importada que traje ayer (casi fuera de mi presupuesto), una revista de cocina.
Y a mí qué me importa? Dirá usted, muy oportunamente.
Abordemos, mejor, el tema de la gastronomía, que es el que nos convoca aquí y por el cual usted me sigue, y repasemos el dilecto universo de elementos –no obstante pequeños– aptos para aniquilar el hambre, la ansiedad o el vicio de comer y, además, con altas propiedades antidepresivas para quienes, como yo, no estamos a estas alturas en estado de combatir tristezas con ejercicios más interesantes.
Los vegetales baby:
zanahorias, remolachas, puerros, papines, hinojos, berenjenas… De colores y sabor muy vivos. Si fueran medicamentos, deberían venderse como la alternativa forte de la versión original. Un inspirado capricho de la naturaleza.
Los frutos secos:
tomemos el caso de la almendra. Un primer mordisco duro, que cruje y anticipa los que vendrán después para reducir su firmeza a una masa blanda, entre amarga y dulce, completamente elegante, indeciblemente sutil.
Un diente de ajo:
picante, persistente, impertinente como perro chico, impetuoso.
Los frutos rojos:
entretienen, adornan, enamoran.
Aceitunas:
de carne y hueso. Tiernas, amables y versátiles. Me gustan todas: las verdes, las negras, las moradas, las negras “tipo” griegas, todas. Y las hago partícipes de diez de cada diez de mis preparaciones. No, no es verdad, exagero, no se me ha ocurrido todavía una receta de postre en donde incluirlas. Pero puedo pensarlo…
El higo, incitante y sensual, como la uva, la palta, el caqui, un langostino, una almeja, las vieras. Frutas y frutos de pulpa apacible, que se dejan comer con facilidad y nos contagian el sosiego y su mansedumbre.
Sea en el mar o en la tierra, la lista de estos pequeños deleites es tan copiosa que un solo blog no daría abasto para contenerla. Menos mal que nuestro mundo, pese a las injurias que le infligimos, no renuncia a su fecunda generosidad. No todavía…
Un tremendo lío para llegar al tomate cherry, mire usted si seré cuentera…
El cherry. Un pequeño rey. Colérico. Explota en la boca o en la cacerola y desparrama a propósito un reguero de jugo y semillas como representación o aviso de que con este chiquito no se juega. Rojo intenso. Acidez moderada. Amigo de la albahaca, el tomillo, el ajo, el aceite de oliva y las olivas. De la lechuga, la endivia, la palta, la pasta, el pollo, la pizza, el apio, la polenta, el mijo, el berro, la rúcula, el brócoli, y… amigo mío también! Y de usted? De quién no?
Cherrys con interior de tapenade y queso de cabra
Ingredientes:
(las cantidades no están indicadas, dependerá del número de personas que comerán este plato, ideal como aperitivo. Tenga en cuenta al hacer sus cálculos que estos cherrys crean necesidad…)
Tomates cherrys c/n
Queso de cabra cortado en pequeños cubos c/n (o queso azul)
Tapenade de olivas (la misma que llevamos al picnic) c/n
Hojitas de albahaca c/n
Aceite de oliva c/n
Preparación:
Cortar la tapa de los tomates cherrys y una mínima rodajita en su base para lograr que se apoyen. Ahuecar con un cuchillo bien filoso o una cucharita. Proceder con mucha delicadeza pues se rompen fácilmente.
Agujerear la tapa con un palillo o escarbadientes justo en el lugar en donde estaba su cabito original.
Rellenar la mitad de los cherrys con la tapenade y la otra mitad con los cubitos del queso de cabra o del queso azul.
Forrar una asadera con papel aluminio embebido en rocío vegetal y estacionarlo en la heladera durante unos minutos. Colocar sobre el papel los tomates cherrys, las tapas a un costado y verter encima aceite de oliva.
Cocinar en la parte alta del horno, a fuego moderado, durante 5 a 10 minutos.
Saldrán arrugados y perderán la apariencia idílica que tenían crudos, pero ganarán en sabor y usted me lo agradecerá.
Introducir las hojitas de albahaca en el agujerito de la tapa, no tiene que hacerlo con todas, sólo hasta que la paciencia le alcance. Colocar las tapas sobre los tomates y servir.
Marisa Bergamasco
(Aficionada a la escritura, al buen cocinar y al buen comer y a los buenos y grandes cariños, de profesión agente de viajes, soñadora de vocación, por siempre…)