Parole di Natale. Gli oggetti cari…

Parole di Natale. Gli oggetti cari…

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buon-nataleNella lezione d’italiano abbiamo appena letto un testo dell’autore Corrado Alvaro che racconta la storia di un rubino di valore inestimabile. Era stato perso da un principe indiano, che l’aveva lasciato sul sedile posteriore di un taxi, e trovato poi per caso da un emigrante che, tornando in Italia, prese lo stesso taxi per andare al porto.

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Nonostante da quel momento il rubino fosse stato cercato persino dagli agenti investigativi, non fu mai stato trovato. D’altra parte, l’emigrante, privo d’istruzione e credendolo non altro che un semplice oggetto portafortuna, continuò a fare la sua misera vita nel suo paese ma lo conservò gelosamente per molto tempo. In parole dell’autore: “…era uno di quegli oggetti senza utilità, che rimangono tutta la vita con noi, di cui nessuno ha la forza di disfarsi, e che finiscono a diventare compagni di vite intere se non di intere generazioni…”

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Conserva lei un oggetto di questo tipo?
Siamo a Natale. Periodo quasi obligato per molti di noi a fare memoria, una festa legata ai ricordi personali. A volte felici, a volte non tanto…
Spesso mi scopro pensando alla mia nonna e, quando mi sveglio da quel pensiero, mi rendo conto che un sorriso dolce mi apre leggermente le labbra e che anche i miei occhi –persi ancora nel tempo in cui lei fu il mio grande prodigio– riescono a sorridere. Tempi d’infanzia. Tempi determinanti per formare il carattere di ognuno di noi e per la creazione e lo sviluppo dei ricordi sia dei più amati che di quelli non stimati affatto. Comunque, dalla memoria di quei tempi, ritorneranno quegli episodi che diventeranno più vividi e ricorrenti man mano gli anni ci faranno fisicamente invecchiare e, al tempo stesso, ci avvicineranno mentalmente ai nostri primi anni di vita.

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Infatti, è di lei che vi voglio parlare.
Mia nonna aveva un orologio da polso che usava soltanto per andare alla messa; non lo adoperava in nessun’altra occasione. Era il suo unico gioello e quella era per lei la situazione più meritevole e importante per usarlo. Un orologio da corda, che richiedeva un’affettuosa e costante cura per garantirne il funzionamento continuo. Cura che lei dimenticava e che, dunque, indossava come se niente fosse, con l’ora fissa, facendo finta di guardarla, e la gloria in alto per essere riuscita durante la sua lunga vita a comprarsene almeno uno. Era un orologio da vantarsene.

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Adesso me ne vanto io. Perché funciona ancora –ha detto l’uomo dell’orologeria– anche se nemmeno io mi occupo di dargli corda. Quindi, l’ora è ancora fissa da allora. Chissà quale momento vuoto, completamente piccolo, oppure che intimo scintillio hanno testimoniato quei minuti precisi…

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Io conservo il tutto: l’orologio, la corda inerte, il patrimonio e il privilegio di quell’ora ferma nel tempo di mia nonna. E i ricordi. E il sorriso.
A mia nonna!

Vi auguro un Buon Natale, dei dolci ricordi e tante belle cose!

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Marisa Bergamasco
(Affezionata alla scrittura, alla buona cucina, al mangiare bene e ai buoni e grandi affetti, agente di viaggi di professione, sognatrice di vocazione, per sempre…)

 Mensaje de Navidad. Los objetos queridos…

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He leído recientemente, en clase de Italiano, un texto del autor Corrado Alvaro que cuenta la historia de un rubí de valor inestimable. Olvidado por un príncipe indio en el asiento posterior de un taxi, fue encontrado luego por un emigrante italiano que, regresando a su país, tomó el mismo taxi para llegar hasta el puerto.

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Pese a la inmediata búsqueda del preciado rubí hasta por los agentes de investigación, nunca fue hallado. Por otra parte, el emigrante, creyéndolo apenas –por su falta de educación– un simple objeto portafortuna, continuó en su país con su mísera vida, conservándolo celosamente durante largo tiempo. En palabras del autor: “…era uno de aquellos objetos sin utilidad, que permanecen toda la vida con nosotros, de los cuales ninguno tiene la fuerza de deshacerse, y que terminan conviertiéndose en conpañeros de vidas enteras sino de enteras generaciones…”

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Conserva usted un objeto de este tipo?
Estamos en Navidad. Período casi obligado para muchos de hacer memoria. Fiesta ligada a los recuerdos personales. A veces felices, a veces no tanto…
Me sorprendo a menudo pensando en mi nona. Cuando despierto, advierto una sonrisa dulce que me abre ligeramente la boca y que incluso mis ojos –perdidos aún en los días en los que ella fue mi gran prodigio– logran sonreir. Tiempos de infancia. Tiempos determinantes para formar el carácter de cada uno de nosotros, y para la creación y el desarrollo de los recuerdos más amados así como de los menos queridos.
De cualquier manera, de la memoria de esos tiempos regresarán los episodios –felices o no tanto– que se tornarán más vívidos, reiterados y venerados a medida que los años nos envejezcan físicamente y, al mismo tiempo, mentalmente, nos acerquen a los primeros años de nuestra vida.

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Por ello hablaré de mi nona.
Mi nona tenía un reloj que nada más usaba para ir a misa. Para ninguna otra ocasión. Era su única joya y aquél el evento importante y más digno para usarlo. Un reloj a cuerda, que requería un cuidado periódico para garantizar su funcionamiento. Cuidado que ella olvidaba y que, sin reparar en ello, lucía como si nada, con la hora fija, disimulando leerla, y con la gloria bien en alto de haber accedido durante su larga vida al menos a comprar uno. Reloj para presumir.

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Ahora el orgullo es mío. Porque todavía funciona –dijo el relojero– a pesar de que yo tampoco me ocupe de darle cuerda.
La hora fija de entonces.
Quizá qué momento vano, completamente pequeño, o qué íntimo destello han testimonado esos precisos minutos…

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Lo conservo todo: el reloj, la cuerda inerte, el patrimonio y el privilegio de aquella hora detenida en su tiempo. Y los recuerdos. Y la sonrisa.
Por mi nona!

Le deseo una Feliz Navidad, dulces memorias y tantas cosas lindas!

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Marisa Bergamasco
(Aficionada a la escritura, al buen cocinar y al buen comer y a los buenos y grandes cariños, de profesión agente de viajes, soñadora de vocación, por siempre…)

Los cítricos de mis nonas

Los cítricos de mis nonas

Letras | Cocina

El invierno se lleva las hojas. Nos trae los cítricos.

dsc05103A mí el frío me lastima, me castiga la piel que llevo expuesta con el filo de su hielo y de su viento, y al resto de la piel, la que anda bajo indecibles capas de abrigo, la deja en igual desamparo. Me lastima, sí, me aletarga, me pone lenta.

dsc05134dsc05128Una amiga que vive en el sur de Chile, clima de poco sol e insistentes lluvias, dice chocarse con la mismísima vida cada vez que el ímpetu puntiagudo del frío de su ciudad, Puerto Varas –que fue mía también durante un tiempo– la encuentra al pasar y la golpea en sus calles en el ir y venir de sus quehaceres. Entiendo su emoción, y comparto la complacencia de hallar la vida, sin cita previa, en la calle, como quien se demora unos minutos a conversar con un vecino. A mí me sucede con el sol, con su aire tibio, su luz que no da tregua y que nos deja los ojos en negro para mirar a lo demás. Yo los cierro y lo dejo pasar hasta el fondo, le entrego la piel para que la arrugue y le ponga un color más favorable al pálido natural que disimulo con rubor y constancia diaria.

El invierno…

dsc05101Otorguémosle algún encanto. Mi vecina acaba de cumplir 81 y sólo bajo un frío insalubre es capaz de taparse el escote hundido en V que presume desde que se le hiciera grande el pecho. El calor ardiente le perturba la conducta y el carácter. Como a otros.
Cocinar en el horno con comodidad y el ánimo en alto es beneficio propio del invierno. Dormir arropados, tomar una sopa, tomar té o café o chocolate. Comerse el ombligo de la naranja de ombligo, pelar sin cuchillo la mandarina, masticar la cáscara del quinoto y tirar la pulpa. Sí, indudablemente, los cítricos. Ellos me han traído hasta aquí para hablarle a usted sobre las razones que me hacen no gustar del invierno. Sin embargo, los cítricos, y en especial un naranjo que crece en una vereda cercana a mi casa, si desprenden su aroma exótico alimonado y dulzón, se me hace fijo entre los dedos hasta el final del día, se me hace la casa de mi nona, María Felisa, madre de mi madre, con su gran patio y sus plantas de mandarinas y naranjas, se me hace que estamos ahí, con mi madre en una tarde fría y soleada, sentadas cada quien en su sillón hamaca, bajo los árboles del patio, eligiendo y comiendo el fruto más maduro, guardando las cáscaras sobre la falda para el festín que después se daban las gallinas.
Se me hace la casa de mi nona Teresa, madre de mi padre, juego a las escondidas con mi hermano y mis primos y arranco algunos quinotos mientras corro a mi escondite.

foto-nonas-blogSe me hacen mis nonas, también una lágrima, alimonada y dulzona, y me la trago. Y doy gracias, por la infancia libre, el amor devoto de mi madre, la disciplina del campo que nos enseñó mi padre, la vida en el campo que conocimos temprano, sus privilegios y rigores, su infalible ciencia.

A estas alturas, se me hace el invierno un poco más gentil…

 

Mi nona María era naturalmente complaciente y dócil, compuesta de almíbar, hermosa y blanda, para hundirse en su regazo y creerse en alguna nube. Vestía batón de mangas cortas y saco de lana grueso en la época invernal. No le hacía falta más. Gordita y elegante nunca usó pantalones, ni faltó a misa de domingo, con frío o sin él. Lo que más odiaba era el viento, porque le echaba a volar la pelusa que tenía por pelo y le preocupaba llegar a misa desaliñada. Me quiso con despropósito.
Mi nona Teresa vivió postrada en una cama. Así la conocí. Su columna se portó muy mal con ella, le permitía caminar hasta la silla del comedor y de regreso al cuarto, y punto. Me quiso durante las intermitencias que le concedía su enfermedad, pobre nona…

dsc05038Resolver un recuerdo con una preparación es una forma –a mi modo de ver– económica y eficaz para templar la nostalgia. Fui a la verdulería y compré quinotos, e hice un dulce con las memorias y otros ingredientes del aparador que resultó delicioso, discúlpeme la modestia. Total, le dejo todo explicado para que también lo disfrute.
Me hice más amiga del invierno, debo confesarle. Dos nonas y un regazo valen la fuerza de voluntad para ponerme de su lado. O al menos para juzgarlo más escrupulosamente. Hoy, la ventaja es suya. Le debo un día con mis nonas. Un favor sin dimensiones.

Y a usted, le gusta el invierno?

dsc05080Dulce de quinotos  (para 400 grs de producto terminado)

Ingredientes:
500 grs de quinotos
200 grs de azúcar mascabo *
70 grs de miel orgánica

Lavar los quinotos y cortarlos por la mitad. Quitarle las semillas y apretarlos entre los dedos dentro de la cacerola en donde los vamos a cocinar para que vuelquen su jugo. Agregar el azúcar y la miel y llevar a fuego fuerte hasta que rompa hervor. Continuar a fuego mínimo, revolviendo cada 3 o 4 minutos hasta lograr la consistencia deseada.

dsc05050Prefiero la fruta en su forma y aún al dente. Si usted busca la suavidad de la mermelada, agregue un poco de agua y siga cocinando. Aplaste con un pisapapas cuando la mezcla se vuelva tierna y cocine por unos minutos más hasta que se amalgamen los sabores.

dsc05067*El azúcar mascabo es un azúcar de caña integral, no refinado. Tiene un color marrón oscuro y una gran cantidad de melaza lo que le da un gusto muy particular así como una textura pegajosa.  Nos aporta vitaminas del tipo B (B1 y B2) y altos contenidos de Vitamina A. Su color amarronado se debe a la presencia de fibras solubles de fácil absorción y digestión. Posee menos calorías que el azúcar blanco.
Se consigue en dietéticas.

dsc05066Marisa Bergamasco
(Aficionada a la escritura, al buen cocinar y al buen comer y a los buenos y grandes cariños, de profesión agente de viajes, soñadora de vocación, por siempre…)