Con esta locución, pausa caffè, se hace referencia en Italia a los intervalos durante el horario de trabajo que, desde el año 2003, constituye un derecho establecido por ley en defensa de la salud de los trabajadores.
Un estudio danés rescata esta pausa mostrando sus beneficios desde el punto de vista de la productividad y de la socialización. El estudio publicado por los investigadores de la Universidad de Copenaghen ilustra el poder terapéutico del coffee break, considerado frecuentemente como una ocasión para perder el tiempo y trabajar menos. Los resultados han demostrado un aumento real de la productividad con no pocas ventajas para las empresas. Las pausas en el trabajo, por su importancia y valor social y por el potencial monetario para las organizaciones, deberían ser tratadas como prácticas comunes que permitan a la comunidad desarrollarse. Se ha comprobado además su efecto benéfico sobre la salud, visto que fisiológicamente una pausa cada 90 minutos o máximo 120, restituye la atención disminuida y por ende la capacidad de rendimiento. Trabajadores menos estresados y más productivos, dispuestos a retomar las tareas con más energía y concentración.
Sin embargo, la gestión de estas pausas por parte de los empleadores, no es asunto fácil. La ley adolece aún de espacios poco claros y el argumento continúa siendo controversial y de difícil reglamentación. Aquí, como en otras situaciones intrincadas, aquello que debería prevalecer para hallar una salida digna serán el sentido común, la sensatez y la moderación, tanto de parte de los empleadores como de los empleados.
En Florencia, desde hace dos años, la pausa caffè se ha convertido en un festival dedicado a la cultura de esta bebida por sus propiedades estimulantes, los infinitos matices de su sabor y su poder socializador. El Pausa Caffè Festival.
Por ahora, no hemos evolucionado lo suficiente para comprender el real alcance de una pausa en el trabajo. No lo comprende el empleador que desconfía de ella, no lo comprende el empleado que no la exige y no lo comprende el trabajador autónomo que no la contempla.
Mi dentista lo entendió hace unos pocos meses, obligado por circunstancias desfavorables de salud que lo forzaron a abandonar, sin previo aviso, el ritmo imprudente al que había acostumbrado su trabajo. Es un profesional de colección, y su óptimo prestigio le ha servido para atender un elenco cada vez más numeroso de pacientes, algunos que provienen del mundo del espectáculo, otros del exterior, todos sus aficionados y casi devotos.
Lo conocí años atrás, y en tanto me convertía yo también en su devota, su hijo crecía, estudiaba odontología e instalaba su propio consultorio. Desde entonces dejo mis quejas en el sillón de Marcelo Jr., tan condescendiente y tolerante, tan respetuoso del dolor ajeno que a veces me avergüenza reclamarle tonteras, pues no más allá de eso he sentido alguna vez. Y a cada rato, por cualquiera de estas tonteras, pide perdón. Usted puede creerlo?
Marcelo Jr. es deportista, come y vive sano, y aprendió muy pronto el concepto de la pausa. Su padre que, bendita sea, está más recuperado, trabajaba de 9 a 9, sin pausas y sin almuerzo, porque era necesario, decía. Desde que su corazón le enviara esta señal de atención, pasa menos horas en el consultorio, almuerza en su casa y atiende a menos pacientes. Su hijo me dijo durante la última consulta: –todo sigue igual…
Y por qué habría de ser de otra manera? Nos creemos irreemplazables, nos sobrecargamos de deberes, nos asustamos si la aparente estabilidad de nuestra economía peligra, pero no nos detenemos hasta que la salud nos golpea violentamente en la cara con un aviso de los ineludibles. Y cuando eso ocurre, cambiamos nosotros. El resto del mundo al que pertenecemos, como bien dijo Marcelo Jr., seguirá igual.
Quise preparar un bocado delicioso y sano para regalar a los dos Marcelos. Para que lo saboreen en sus pausas y para que ojalá las sigan considerando.
Pausa de chocolate y dátiles
Ingredientes:
Para la base:
150 grs de cacao amargo
320 grs de azúcar orgánico
200 ml de agua hirviendo (o c/n)
150 ml aceite de oliva extra virgen
6 huevos
Para la cubierta:
300 grs de dátiles
jugo exprimido de dos naranjas
30 grs de almendras picadas groseramente
ó
30 grs de almendras fileteadas
escamas de chocolate
Preparación:
Forrar un molde redondo de 23 cm de diámetro con papel manteca y rociar con rocío vegetal. Llevar a heladera hasta el momento de utilizarlo.
Precalentar el horno a 180º.
Mezclar el cacao con el azúcar, agregar el agua hirviendo y revolver hasta que se disuelvan (la cantidad de agua puede variar). Incorporar el aceite de oliva y luego las yemas, una a la vez.
En otro bowl batir las claras a nieve y unirlas a la preparación del chocolate en tres tandas, con movimientos envolventes.
Verter en el molde y hornear durante 45-50 minutos.
Al retirarla del horno, la parte de arriba tenderá a derrumbarse. Está bien que esto ocurra, y así tendremos más espacio para extender nuestra cubierta de dátiles y naranja.
Dejar enfriar. Colocar la cubierta y terminar con las almendras y las escamas de chocolate.
Para preparar la cubierta dejar en remojo los dátiles por un par de horas en el jugo de naranja, escurrir, descarozar, picar finamente y procesar unos segundos agregando el jugo de naranja del remojo hasta formar una crema densa. Colocar sobre la torta emparejando con una espátula.
Marisa Bergamasco
(Aficionada a la escritura, al buen cocinar y al buen comer y a los buenos y grandes cariños, de profesión agente de viajes, soñadora de vocación, por siempre…)