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El repollito de Bruselas es una hortaliza con mala reputación. Perteneciente a la familia de la col, es oriunda del litoral mediterráneo y resiste los climas fríos, por eso quienes la hemos adoptado y domesticado en nuestras cocinas, la disfrutamos durante el invierno. Para personas sensibles a los sabores amargos, como afirma Harold McGee en “La cocina y los alimentos” (libro ya citado en otra entrada), las coles de Bruselas son, simplemente, demasiado amargas para comérselas. Y eso se debe a una sustancia llamada tiocianato concentrada en su interior que, tanto si las cocinamos rápidamente como si lo hacemos despacio, el resultado es el mismo sabor amargo. Es aconsejable cortarlas por la mitad, para que al cocerlas puedan liberar parte de este componente que no es del gusto de la mayoría.
Durante décadas, dice también McGee, la ciencia de la nutrición afirmó la condición accesoria de las verduras y frutas y las ubicó a un lado del plato y al final de la comida, consideradas fuente de unos pocos nutrientes que sólo necesitamos en pequeñas cantidades, y de fibra mecánicamente útil. Sin embargo, en los últimos años, hemos empezado a darnos cuenta de las muchas sustancias valiosas que las plantas han guardado para nosotros, y aún seguimos aprendiendo.
Los nutrientes y vitaminas (como la A, C y K) contenidos en los repollitos de Bruselas actúan en nuestro organismo como antioxidantes, anti-inflamatorios y desintoxicantes, favoreciendo la prevención de enfermedades cardiovasculares, el estreñimiento (ricos en fibra), regulando la función de la glándula tiroidea, impidiendo la formación de tumores cancerosos en el aparato digestivo, etc
Analizando los múltiples beneficios de esta hortaliza y procurando una manera de mitigar su sabor amargo la declaramos protagonista de nuestro plato de hoy, pero, si como dice McGee, decide usted servirla como accesorio, puede correrla hacia un costado y acompañar esta ensalada con la fuente de proteína que prefiera; le sugiero algo ligero, algún pescado, cereal o legumbres, pues esta verdura, consistente y rica en fibra, favorece la sensación de saciedad. Por ejemplo, con el salmón que describimos en este post, o el lenguado de este otro, o el risotto de quinoa con pesto, etc. Combina, excelentemente también, con un queso de cabra semi blando, sin estacionar, esparcido en trozos sobre la ensalada antes de llevarla a la mesa.
Para otorgar a la preparación una cualidad crocante opté por una buena cantidad de semillas tostadas, de girasol, con una pizca de sal marina y una cubierta de ají molido que pica y divierte mientras se deshace en la boca.
Adicionalmente, el valor nutritivo de las semillas de girasol convierte el plato en una rica fuente de proteína saludable y además aporta aceites y grasas sanos, calcio, fósforo, hierro, vitaminas A, D, E y muchas del complejo B. Al tostar las semillas, algunas de estas propiedades se desvanecen, sin embargo, su origen natural y su composición hacen de las semillas (y no sólo de girasol) un alimento difícil de igualar en cantidad de nutrientes –no se encuentran en ningún otro en estas concentraciones.
Son ideales como aperitivo o golosina y, aunque tostadas con sal o con azúcar orgánico, siempre resultarán más saludables que comprar un dulce de kiosco o completar nuestro plato de repollitos con panceta frita. Le parece razonable?
Repollitos de Bruselas con girasol picante
Ingredientes: (para 2 personas)
Para los repollitos:
350 gramos de repollitos de Bruselas
3 cucharadas de azúcar mascabo
1 cdta. de sal marina
3 cdas. de aceite de oliva
2 cdas. de jugo de limón
tiritas de cáscara de limón c/n
Preparación:
Lavar los repollitos de Bruselas, descartar las hojas externas que no estén en buenas condiciones, cortarlos por la mitad y hervirlos en vaporera o en agua con sal durante pocos minutos, hasta que estén al dente y aún conserven su color natural característico. Retirar del fuego.
Calentar una sartén con el aceite de oliva y el azúcar mascabo. Condimentar las mitades de repollitos de Bruselas con sal y disponerlos boca abajo sobre el fondo. Saltear durante unos minutos, hasta que el azúcar se derrita y comience a caramelizar.
Darlos vuelta y revolver bien para amalgamar los sabores. Desglasar el fondo de cocción con el jugo de limón, cocinar por unos segundos más y retirar.
Servir sobre el plato con tiritas de cáscara de limón (podrían ser de naranja o pomelo) y las semillas de girasol picantes espolvoreadas encima. Si quiere agregar aún más sabor a esta ensalada, pruebe finalizarla con la vinagreta de perejil. La receta la encuentra aquí.
Para las semillas de girasol picante:
150 grs. de semillas de girasol peladas
2 cdtas. de ají molido
1 cdta. de sal marina
aceite de oliva c/n
Preparación:
Precalentar el horno a temperatura moderada. Colocar las semillas de girasol en un bowl, agregar el ají molido, la sal y la cantidad suficiente de aceite de oliva para humedecer las semillas y lograr que los condimentos se adhieran a su superficie (2-3 cucharadas). Mezclar bien y esparcirlas en una asadera.
Llevar a horno durante 10-15 minutos revolviendo de vez en cuando y vigilándolas para que no se quemen. Retirar y volcarlas sobre papel de cocina hasta que enfríen.
Servir sobre la ensalada y guardar el resto en un frasco de vidrio cerrado herméticamente. Cuando llega a casa con hambre, cuando mira una película o partido de fútbol, cuando tiene ganas de comer algo salado y no sabe definir el “algo”, acuérdese de estas semillas.
Créame, resuelven urgencias…
Marisa Bergamasco
(Aficionada a la escritura, al buen cocinar y al buen comer y a los buenos y grandes cariños, de profesión agente de viajes, soñadora de vocación, por siempre…)
Es todo tannnn rico…..
Al menos eso intento transmitirles. Gracias Alejandra!