Letras | Cocina
La receta está creada para lucir una mielera que es tan dulce por fuera como lo que lleva dentro. Me la prestó mi profesor de italiano, ferviente colaborador del blog y amigo muy pero muy querido. Hombre gentil, piadoso y paciente con quienes intentamos comunicar algo en esta lengua que para unos es un pasatiempo, para otros un desafío, y para mí un motivo de fascinación semejante a la que provocan otras destrezas, grandes o pequeñas, que finalmente conseguimos dominar (como los primeros pasos o los primeros besos) con tal porfía y un afán que pareciera despegarnos de este mundo.
Siempre le agradecemos a Néstor. No sólo las clases.
La mielera es un chiche inglés. El diccionario de la Real Academia Española dice que la palabra chiche, en Argentina y en Bolivia, se refiere a cualquier cosa delicada, bonita y, por lo común, pequeña. Lástima que este término no se entienda en otros países, pues no creo en uno más completo para explicarla y hacerle un cumplido.
No sé por qué razón, pero apenas de nacida ya la miel me caía mal. Exagero, es probable, sin embargo, puedo decirle con franqueza que durante casi toda mi vida no pude nada más no disfrutarla sino a veces hasta padecer su aroma para entonces repelente y su sabor que combinaba exacto, a mi modo de percibirlo, con el olor.
Recuerdo no haber pasado los diez años de edad cuando mi mejor amiga me invitó una tarde a casa de sus primos. Al rato de jugar a las escondidas la merienda nos encontró entregadas a la euforia del juego. No quisimos suspender. Comíamos una mientras se escondía y la otra mientras contaba. Me acurruqué detrás del aljibe, con mi galleta con mantequilla y miel de campo en una mano que no sabía si tragar –sin degustar ni respirar– o tirar al pozo. Comencé a rasparla en la pared del aljibe. Una tristeza. La mantequilla y la miel se mezclaron. Mi galleta igual quedó impregnada de miel y mantequilla y de paso de alguna impureza de la piedra del aljibe. No me repetí, deshonrando la vehemencia de la tía porque siguiera comiendo.
Por años descarté la miel de postres, comidas, bebidas, galletas y todo. También las infusiones que con persistencia me ofrecía mi padre en los inviernos, para curar las bronquitis que llegaban sin excepción con los primeros fríos. No tomé jamás un té con miel, hasta que las bronquitis se volvieron disgusto y en un momento pensé seriamente en aceptar la receta de alguien que me sugería un brebaje hecho de leche tibia con miel y clara de huevo, según sus explicaciones, bebida medicinal de cantantes de ópera para recuperar y fortalecer el genial comportamiento de sus cuerdas vocales. Y creo que por ahí es que empezó a seducirme. Cargada de un tono romántico la miel reclamaba al menos un poco de cortesía. Se la di. Compré un frasco y preparé la pócima. Después de la tarde del aljibe, me reencontraba con ella y era mi segunda experiencia en una vida que ya contaba unos cuantos años (no diré nunca el número). Quedé prendada. Aquello me sabía a flan, a caramelo, y entraba suave, sanando de a poco, mimando y abriendo un nuevo sentido al gusto del dulce.
Descubrir que podía gustarme fue casi como aprender una destreza o pronunciar mi primera palabra en italiano. Hoy, que ya no me asalta la fascinación nueva de aquel brebaje de ópera, la miel es compañía de mis tés, ingrediente de mis tortas y postres, se desliza sobre quesos, ensaladas, endulza almíbares, escarcha almendras, deshace llantos, calma ansiedades. Las he probado de limón, de ulmo, de castaña, de erica, de algarrobo.
Asombra, conmueve y preocupa conocer la magnitud de aquello que podemos reparar. El de la miel es un ejemplo pequeño, cierto, pues hay mieles mucho más complejas y sustanciales ante las cuales, muy a menudo, en lugar de probarlas, nos hacemos los tontos. No será su caso, lo sé y a usted lo aprecio aún más por ello. Pero a mí, muy a menudo, frente a una de éstas últimas, se me achica la audacia…
Pan de miel y jengibre
Ingredientes:
2 huevos
150 ml de aceite de oliva
200 grs de miel
350 grs de harina integral
100 grs de germen de trigo
2 cdtas. de polvo de hornear
1 pizca de sal
40 grs de cáscara de naranja confitada picada finamente
40 grs de nueces picadas groseramente
50 grs de pasas de uva
2 cdas. de jengibre rallado
Preparación:
Mezclar la harina integral, el germen de trigo, el polvo de hornear y la pizca de sal. Añadir a los secos las pasas de uva, las nueces y las cáscaras de naranja confitadas. Revolver y reservar.
En bowl aparte batir el aceite con la miel. Agregar los huevos de a uno y mezclar bien después de cada adición. Incorporar el jengibre rallado.
Añadir de a poco los ingredientes secos integrándolos con la espátula. Si la preparación resultara muy seca rectificar con un poco de leche. Verter la preparación en un molde de pan de 20 cm de largo y cocinar a fuego moderado durante 50-55 minutos o hasta que insertando un palillo lo retiremos limpio.
Retirar, dejar entibiar y desmoldar.
Servir acompañado de miel, algún dulce de su preferencia o nada más con su café habitual o su tecito de la tarde.
Marisa Bergamasco
(Aficionada a la escritura, al buen cocinar y al buen comer y a los buenos y grandes cariños, de profesión agente de viajes, soñadora de vocación, por siempre…)
grazie, marisa…sei molto brava con le ricette …io slo pochi piatti .
mi sembra che tu preferisca i dolci
sono contenta se riesco a scrivere nel blog
Sai che forse io e leo andremo al carnevale di Venezia?
purtroppo solo un giorno: partiamo alle 4 del mattino e arriviamo lassù alle 10.00, poi ripartiamo alle 17.00 ed arriveremo a casa alle 22.00
…il giorno dopo a scuola
Carissima,
hai raggione, preferisco i dolci, sia nelle ricette sia nel carattere delle persone. Allora mi piace molto che tu mi scriva, perche sei troppo troppo dolce….
Godetevi Venezia e il carnevale, che bello!!!! Dovrei andare qualche volta, non ci sono mai stata.
A presto e grazie dell’affetto!!
Marisa
Marisa, gracias por tu generosidad!! Me encanta la miel y no sabía hasta leerte en qué proporciones usarla.
Espero me salgan tan ricas tus recetas como a tí!
Claro que te van a salir ricas!
Me cuentas después, sí?
Un abrazo,
Marisa