Letras | Cocina
Si pudiera comerlo sin añadirle alguna que otra humillación a mi cintura, la cantidad deseada sería la de una piscina olímpica como la grandiosa que en San Jorge, mi pueblo natal, me permitió una infancia de natación y juegos. Subiría a zancos su trampolín de cinco metros y desde allá arriba, con los ojos y la impudicia hacia abajo, no haría sino zambullirme en el jugoso placer que ciertas noches, así de textual y por excederme, me quita el sueño.
Mención honorífica o pecado capital para el también milenario, como el aceite de oliva, chocolate.
Amargo o semi amargo, con avellanas o leche, con rhum, con whisky, con café, con ganas!
Recuerdo con disgusto mi primera impresión de él en la mamadera que hasta ese tiempo estaba compuesta sólo de leche. Una mañana, la madre mía y de todo lo dulce, decidió que fuera más suculenta o más interesante o todo a la vez, y mezcló la leche con una cucharada de cacao y un poco de azúcar. No puedo precisar el esfuerzo que me costó asimilarlo –consideremos que de niños, los sabores que conocemos, son los introducidos desde afuera–, y tampoco cuánto me tardé en volver a pedirlo por deseo proprio, sin embargo, a partir de ahí, él y yo formamos un matrimonio de los perdurables, sin abandonos ni litigios, un matrimonio perfecto. Como el que lo une al aceite de oliva.
La combinación del chocolate, suave y sedoso, con el aceite de oliva, frutado y vivaz, es perfecta, según The Olive Oil Times. Y existe una explicación científica de por qué el chocolate se lleva tan bien con el aceite de oliva. El chocolate está compuesto de elementos sólidos de cacao, manteca de cacao, vainilla y azúcar. La manteca de cacao, siendo muy grasa, invade la lengua al ingerirla y también nuestros sentidos. Para ello dejamos entrar al aceite de oliva en la receta. Con los polifenoles -una clase de antioxidantes- que contiene, disminuirá estas grasas, secará la boca y permitirá al sabor del cacao llegar límpido y liviano, hermoso diría yo: un deleite!
Para el postre, después de introducirlo, elegí chocolate. Conozco quienes no lo comen, y no se sorprenda, el mundo es muy grande, de modo que en otra ocasión, si me lo permite, seguiremos hablando de dulces para aquellos que por algún motivo lo evitan.
Chocolate Chantilly
Ingredientes:
5 cucharadas de aceite de oliva extra virgen (varietal Frantoio o Manzanilla)
200 grs de chocolate 70% picado en trozos
175 ml de agua
flor de sal o sal marina
50 grs de miel orgánica
Preparación:
Disponer el chocolate con el agua en una cacerola sobre fuego bajo o preferentemente a baño María. Revolver hasta que el chocolate se derrita.
Transferir la mezcla a un bowl de acero inoxidable. Incorporar 3 cucharadas del aceite de oliva y la miel y colocarlo sobre otro bowl que contenga cubos de hielo y agua fría. Con un batidor manual, trabajar la mezcla por 5 minutos o hasta que la veamos suave y cremosa.
Inmediatamente formar quenelles con dos cucharas grandes y acomodarlas sobre papel manteca. Mantenerlas refrigeradas.
Al momento de servir, rociar con el aceite de oliva restante y con una pizca de flor de sal para lograr un perfecto sabor de chocolate a la naranja.
Marisa Bergamasco
(Aficionada a la escritura, al buen cocinar y al buen comer y a los buenos y grandes cariños, de profesión agente de viajes, soñadora de vocación, por siempre…)