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La sopa de zapallo. Dirán que es argumento frecuente para afrontar un comienzo de otoño; sin embargo, es necesaria. Tampoco es singular la idea de mencionar –en nuestro hemisferio sur– el comienzo de otoño en estos días, pero es igual de inevitable.
Las estaciones, como la luna, dividen el tiempo en fases análogas. Parten un milagro entero en cuatro estados naturales que se repiten diversamente cada vez, fascinando a artistas y pintores, a músicos y a poetas, y por qué no, a usted y a mí, hombres y mujeres comunes o no tanto, aún sensibles a un cambio de luna o al matiz mutante de los árboles de su entorno.
Las estaciones y los ciclos lunares rigen el sembrado y la cosecha, la vida en el campo, en definitiva, la vida. De su indolencia o rigor depende el alimento, de su furia el techo de las casas, nuestro destino. Así lo explicaban los griegos:
Perséfone, en la mitología griega, hija de Zeus (padre de los dioses) y de Deméter (diosa de la fecundidad y la agricultura), crecía feliz junto a otras ninfas hasta que un día, en la pradera de Enna, en las llanuras de Sicilia, emergió de una grieta imprevistamente Hades, dios de los infiernos, desde el mundo subterráneo. Hades, hermano de Zeus, embelesado por la belleza de la joven, decidió raptarla en el instante en que Perséfone recogía un narciso del bosque con su mano. La raptó y la llevó con él. Su madre Deméter, triste y desolada, comenzó a buscarla descuidando sus ocupaciones, abandonando la agricultura. La tierra se volvió estéril y el hambre no tardó en llegar. La situación se tornó insostenible. Al momento en que Zeus ordenó a Hades devolver Perséfone a su madre Deméter, Perséfone había comido ya unos granos de granada cultivada en el infierno, y por cada grano ingerido de este fruto quedaba ligada a regresar cada año durante un mes al mundo subterráneo. Así, la bella Perséfone dividiría el año entre su estancia en los infiernos y su regreso a la tierra con su madre Deméter. Cuando la joven volvía a los infiernos la tierra se convertía en erial y en los seis meses que pasaba con su madre la tierra florecía y se cubría de vegetación.
El mito del rapto de Perséfone, en la mitología griega, daba origen a las estaciones del año y explicaba el fenómeno de los cambios meteorológicos. Primavera-verano cuando Perséfone y su madre vivían juntas, invierno y otoño cuando la joven bajaba a los infiernos.
Muchos artistas se han sentido cautivados por la magia de las estaciones, desde antes de los griegos. Mientras ellas nos permitan seguir siendo sus testigos, ojalá que los ejemplos en donde el arte es mecanismo para expresar esta magia se repitan para gloria y placer nuestros, para conjurar la melancolía de éste y de cualquier otoño. Por ahora, con dos o tres me basta: el Rapto de Perséfone del Bernini que nos deja helados; las series de las Estaciones de Arcimboldo, pícaro y genial; los conciertos de Antonio Vivaldi para violín y orquesta, la Oda al Otoño de Neruda…; y especialmente hoy, porque el paso de las estaciones aumenta el miedo de perderla, la sopa verde de mi madre, tibia, reconfortante, eficaz para alejar el frío y la nostalgia, ensalmo.
…Modesto es el otoño como los leñadores.
Cuesta mucho sacar todas las hojas
de todos los árboles
de todos los países…
«Oda al otoño» (Pablo Neruda, Odas elementales 1954 )
Sopa de zapallo y hongos con cebollitas de verdeo crocantes
Ingredientes:
500 grs de zapallo (calabaza, tasty o kabutià son mis favoritos)
3 ramas de apio
2 zanahorias medianas
150 grs de hongos (champignones, portobellos o una mezcla de ambos)
2-3 hojas de laurel seco
3 ramitas de tomillo fresco ò 2 cdtas. de tomillo seco
sal marina c/n
pimienta negra c/n
3 cdas. de aceite de oliva
750 ml aprox. de agua hirviendo
250 grs de cebollita de verdeo
brotes de verduras para terminar (opcional)
Preparación:
Pelar el zapallo y quitarle las semillas. Pelar las zanahorias y deshilar los tallos de apio. Con una toalla de papel o un paño limpiar la tierra que pudiera estar adherida a los hongos. Cortar todos los ingredientes en pequeños trozos de similar tamaño para que se cocinen en el mismo tiempo.
Calentar el aceite en una cacerola, agregar las verduras, el laurel y el tomillo y rehogar durante 5 a 10 minutos. Cuando comiencen a perder su firmeza añadir el agua hasta cubrirlas. Tapar y cocinar a fuego fuerte hasta el punto de ebullición. Bajar el fuego y seguir cocinando hasta que las verduras estén tiernas. Apagar el fuego y retirar las hojas de laurel y las ramas de tomillo. Trabajar con procesador, minipimer o licuadora para triturar la preparación y conseguir una consistencia cremosa. Condimentar con sal marina y pimienta a gusto.
Cortar las cebollitas de verdeo en rodajas finas y disponerlas sobre una placa para horno previamente untada con rocío vegetal (llevarla al refrigerador unos 5 a 10 minutos antes de usarla).
Colocar las rodajas de cebollita en la asadera sin encimarlas. Cocinar a fuego moderado de ambos lados hasta que estén doradas y crujientes. Servir sobre la sopa. Terminar con tomillo y, opcionalmente, con brotes de verduras variadas.
Marisa Bergamasco
(Aficionada a la escritura, al buen cocinar y al buen comer y a los buenos y grandes cariños, de profesión agente de viajes, soñadora de vocación, por siempre…)
QUE RICOOOOOO.ME ENCANTO!!!!
Qué bueno Euge que te haya gustado! Ojalá pruebes hacerla en tu cocina.
Un abrazo!
Marisa
insuperabile!
Grazie Raffa!! Allora falla a casa tua, è facilissima!
Un abbraccio!
Marisa